Escuchar un disco nuevo de Deftones en 2025 es un ritual que pocos géneros ofrecen. Con Private Music, la banda de Sacramento entrega un álbum que no busca revivir glorias pasadas, pero inevitablemente dialoga con ellas. Y es que, aunque la etiqueta “nu metal” siempre les haya caído como una condena heredada de Adrenaline (1995) y Around the Fur (1997), desde White Pony dejaron claro que iban en otra dirección. Este nuevo trabajo es la confirmación de que ese camino divergente nunca se cerró: se expande, muta y sigue derramando texturas imposibles de encasillar.
El regreso de Nick Raskulinecz detrás de los controles es clave: basta recordar cómo en Diamond Eyes (2010) devolvió a la banda la claridad tras el accidentado episodio de Eros. En Private Music, vuelve a ser el catalizador para que Stephen Carpenter, Frank Delgado y Chino Moreno encuentren un terreno común: Carpenter aferrado a riffs hipnóticos de ocho cuerdas y Delgado tiñendo cada capa con sintetizadores que parecen salidos de Saturday Night Wrist, mientras Chino oscila entre la violencia contenida de “7 Words” y la vulnerabilidad cristalina de “Teenager”.
Las primeras piezas, “My Mind Is a Mountain” y “Locked Club”, son un statement: el lado introspectivo de Koi No Yokan mezclado con la densidad de Deftones (2003). Luego aparece “Infinite Source”, con un Chino en modo crooner gótico, recordándonos que su ADN siempre estuvo más cerca de The Cure o Depeche Mode que de Korn o Limp Bizkit. Es imposible no trazar un puente con Digital Bath o Sextape, esas canciones donde la melancolía se vuelve abrasiva.

Lo más inesperado llega con “Metal Dream”, un tema que podría ser primo lejano de Pink Maggit, pero pasado por filtros de dub y guitarras noise que evocan a The Jesus Lizard. Es aquí donde uno entiende que, si el nu metal fue alguna vez caricatura, Deftones están inventando un “dream-metal” que nadie más podría ejecutar.
Hay momentos que rozan lo ritual, como “cXz”, que late con percusiones tribales a lo “Knife Prty”, o “Departing the Body”, el cierre expansivo que recuerda al Deftones más atmosférico de Hexagram o Lucky You, con Chino susurrando como si estuviera canalizando a David Gilmour en una pesadilla onírica.
Para quienes seguimos a la banda desde que compartían flyers con Papa Roach en Sacramento, este disco es otra prueba de que Deftones nunca fueron “solo” nu metal. Para quienes llegaron por TikTok con “Change (In the House of Flies)”, es la puerta a entender por qué su discografía no tiene un eslabón débil. Private Music es, al final, un espejo de lo que siempre han sido: una banda que habita el filo entre la furia y la belleza, entre el pasado de un género que envejeció torpe y un presente en el que ellos siguen sonando al futuro.